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Las lecciones de trabajar con la muerte

Updated: Oct 25, 2022

Por: Mariana Illia


Con la frase “trabajo es trabajo”, Claudia López comenzó a desarrollarse en la sala de velatorios de la municipalidad de Pilar. Esta experiencia la puso en contacto con distintas experiencias humanas.


En medio del bullicioso municipio de Pilar sobre la calle Estanislao Zeballos, se encuentra la precaria sala municipal de velatorios conformada por un baño y una única sala donde se ofrece el servicio. En su recepción se sienta todos los días hace siete años Claudia López.


Claudia López en su actual lugar de trabajo. Crédito: Mariana Illia.


López vivió toda su vida con la necesidad de conseguir el peso día a día y de llegar a fin de mes. Así,comenzó con su primer trabajo como administrativa en Los Cardales Country Club. Aunque era cómodo, el dinero no le alcanzaba, y, por ello, empezó a limpiar casas en ese mismo country. Sin embargo, la crisis del 2001 le arrebató todo y la dejó sin trabajo. Ella recuerda con tristeza: “No teníamos nada, y yo lloraba por mis pequeños problemas”.


Gracias a un plan del gobierno, logró conseguir un puesto como administrativa en la municipalidad. Sin embargo, después de un tiempo, esa oficina cerró. Solo una opción laboral parecía abierta ahora: el cementerio. Pese al desagrado de trabajar codo a codo con la muerte, negarlo nunca fue una opción. La necesidad era más fuerte.



“La miseria humana es muy grande, hay gente que se roba papel higiénico del servicio”, cuenta Claudia. Crédito: Mariana Illia


Convivir diariamente con la muerte la llevó a ser testigo de situaciones límites del ser humano. Ella contó la historia de un hombre que vivía en los alrededores de la sala municipal de velatorios. Él había estado internado 3 años sin recibir una sola visita de su hija. Cuando él murió, su hija contrató a la cochería más cara, Ponce de León, y compró el cajón más caro. En el entierro, mientras los sepultureros bajaban el cajón, la chica alerta: “Cuidado con el cajón!”. Para Claudia, esta anécdota sintetiza una paradoja que le ha moldeado su visión sobre la muerte: la hija nunca fue a ver al padre mientras él vivía, pero cuando él murió, quiso darle toda la atención posible. Lo irónico, para Claudia, es que, aunque gastó toda la plata en el mejor cajón, el tiempo para apreciar a su ser querido ya había pasado.


“La muerte desorienta, uno no sabe a dónde ir”, explica Claudia luego de haber vivido dos tragedias familiares en carne propia. Tras la muerte de su madre, pese a saber de memoria los pasos a seguir cuando una persona fallece, ella no supo cómo actuar, tanto que un compañero de trabajo tuvo que guiarla en el proceso. Un mes después, perdió a su hermano y cayó en la misma parálisis que ella había visto en las personas que pasan por su oficina. Parte del gran desafío de su trabajo es justamente saber cómo tratar a cada una de estas personas; algunos necesitan contención, otros no.


Claudia ve en su recorrido laboral no solo una historia de vida guida por la necesidad, sino también una oportunidad de apreciar la vida de una forma distinta. Trabajando todos los días en el cementerio, ella cree haber aprendido una de las lecciones más importantes en su vida: valorar a sus seres queridos mientras siguen con ella.

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